Una vivienda unifamiliar entre medianeras de los años 50, se ha vaciado totalmente con el propósito de adecuarla a las necesidades de los nuevos ocupantes. La idea directriz es la casa patio mediterránea: abierta a la naturaleza, la luz, el agua y el sol, pero con el control de la luz y la temperatura, jugando, además, con el contraste de la luminosidad de las paredes blancas y las sombras interiores. El patio se inspira en los huertos cerrados de la casa griega, la Vila romana o los patios árabes, los pequeños jardines medievales y los claustros monacales, las casas de la Marina y las islas. El espacio interior y exterior se unifican. El pavimento cerámico en espiga del patio y el muro de vidrio marcan el límite. Este patio está íntimamente relacionado con las estancias que se abren, prolongándose visualmente y con el uso cuotidiano.

Se consiguen, des del interior de la casa vistes largas. Secuencias con contrastes de luminosidad que resultan multiplicadas de la dimensión real, creando una ilusión de gran amplitud. La casa se configura en dos grandes ejes longitudinales: Uno desde la entrada de la calle, que atraviesa toda la casa, des de una cancela de madera y que es el eje de distribución y comunicación. El otro des del ventanal del salón-biblioteca, que va desde la calle hasta el fondo de la casa a través del patio. Se ha procurado que las circulaciones sean mínimas y que la independencia de las zonas privadas sea máxima y primordial. Además, los espacios comunes se han pensado para facilitar la máxima versatilidad y multifuncionalidad. El sonido y la luz mediterránea se aprovechan al máximo en invierno y se controlan en verano mediante persianas, cortinas y parasoles que tamizan y juegan con la luz.